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El pacto ‘Mar-a-Lago’: el plan de Trump que recuerda al ‘acuerdo Plaza’ para fulminar el déficit comercial a costa del dólar

  • El gobierno estadounidense se plantea forzar al dólar a depreciarse…
  • …para reducir el déficit comercial y el fiscal con un solo tiro
  • También plantea obligar a inversores a cambiar sus bonos de corto plazo por deuda a 100 años

La Administración de Donald Trump tiene un plan para reducir la enorme deuda de Estados Unidos. Aunque todavía no es más que una propuesta, algunos inversores de Wall Street ya están evaluando qué implicaciones tendría para las distintas clases de activos, ya que el planteamiento de los republicanos podría trastocar el sistema financiero global. El acuerdo Mar-a-Lago, como se conoce este plan, propone renunciar a la fortaleza del dólar y replantear las dinámicas comerciales para que sean los países extranjeros los que tiren de la economía americana, sin necesidad de que se estimule internamente. Esto no solo reforzaría aún más a la potencia americana, sino que también se postula como una solución para el endeudamiento del país.

El plan de Trump toca de lleno al dólar y podría cambiar su estatus actual. Aunque el presidente de EEUU y su equipo siempre han abogado por la fortaleza de la divisa, podrían renunciar a este ideal para un propósito mayor: poner coto a su gran endeudamiento, que, para muchos analistas, es ahora el ‘talón de Aquiles’ de la economía estadounidense. La deuda nacional asciende a los 36,2 billones de dólares.

La razón por la que EEUU propiciaría una moneda más débil es revertir el déficit comercial, algo que, a su juicio, terminará haciendo que el déficit fiscal también se reduzca. Al país le gustaría redirigir los flujos comerciales, de forma que estos le favorezcan más. Si el resto de territorios contratan más productos y servicios americanos, el Gobierno podría dejar de usar el dinero público que actualmente emplea para incentivar la economía nacional. Es decir, la Administración quiere dejar de ser cliente de todo lo que sea ‘made in USA’ y que sean otros los que se gasten el dinero. Así, evitaría endeudarse para realizar dichas compras.

El plan Mar-a-Lago encaja con la agenda de Trump de potenciar la industria americana, revertir el déficit comercial, imponer todos aranceles necesarios y reducir la carga financiera que supone el déficit fiscal. Aunque el peaje sería debilitar su divisa, a Estados Unidos le podría interesar llevar a cabo esta medida de forma temporal.

Los rumores en torno a la estrategia de Trump para solucionar el problema de la deuda han circulado por Wall Street y los inversores se han puesto manos a la obra. Aunque todavía no se ha concretado nada, una medida de este calado cambiaría la valoración de los activos (especialmente, afectaría al dólar), por lo que algunos han empezado a plantear este escenario y a prepararse por si hay que ajustar las carteras.

Tienes que empezar a pensar a lo grande y a poner negro sobre blanco lo que está pasando», explicaba el fundador de Bianco Research, Jim Bianco, en una conferencia en la que abordaba el tema, según Bloomberg. «El acuerdo Mar-a-Lago solo es un concepto, de momento, pero es un plan para dar un giro a una parte del sistema financiero», apuntaba.

Durante ese evento, se discutieron otras opciones, ya que el Gobierno de Donald Trump se plantea más de un escenario para poner coto a la deuda. Por ejemplo, crear un fondo soberano estadounidense, obligar al resto de países a gastar más en Defensa u obligar a reestructurar su deuda, forzando a los inversores a cambiar sus bonos de corto plazo por títulos con vencimiento a 100 años, detalla la agencia americana. La mayoría de estas ideas proceden de un borrador de Stephen Miran, el candidato de la Casa Blanca para el Consejo de Asesores Económicos.

Los precedentes: el acuerdo Plaza…

El pacto ‘Mar-a-Lago’ que se puede estar preparando entre las bambalinas del histórico complejo en Palm Beach tiene un precedente comparable que conviene rescatar, para entender la lógica que sigue la administración Trump en este frente. Se trata del acuerdo Plaza, que se cerró en 1985 en el hotel Plaza de Nueva York (curiosamente, tres años antes de que el presidente estadounidense lo comprase). El pacto se cerró entre Estados Unidos y Francia, Alemania, Japón y Reino Unido, con el objetivo de abaratar la cotización del dólar frente a sus divisas.

Aunque, a largo plazo, una divisa fuerte ha sido uno de los principales aliados de Estados Unidos en materia económica, ya que, la demanda externa de dólares le ha permitido aumentar su deuda sin que los ciudadanos perdiesen poder adquisitivo a través de la divisa, o de la inflación, también es cierto que hay momentos puntuales en los que el gobierno del país puede ver con buenos ojos que se produzca una caída temporal en la cotización del dólar. El acuerdo Plaza es un buen ejemplo de ello.

En 1985, el déficit comercial de Estados Unidos había aumentado hasta superar los 100.000 millones de dólares en total, o un 2,6% del PIB del país, cifras muy superiores a las de los años previos. La política monetaria de Paul Volcker al frente de la Reserva Federal había sido muy restrictiva, contribuyendo a encarecer al dólar, y a empeorar la balanza comercial del país. En apenas 5 años, el dólar se había apreciado casi un 50% frente al yen, el marco, la libra y el franco, y la industria estadounidense se puso en pie de guerra por considerar que no se les estaba protegiendo lo suficiente frente a los competidores extranjeros, cuyas exportaciones hacia Estados Unidos, con un dólar tan fuerte, hacían que sus productos fuesen especialmente atractivos para el consumidor norteamericano.

Ronald Reagan aceptó en ese momento empezar a presionar para lograr un acuerdo que terminaría firmándose el 22 de septiembre de 1985 en el hotel Plaza de Nueva York. Desde ese momento, hasta el cierre de 1987, el índice dólar (el selectivo que pondera los principales cruces de la divisa estadounidense) cayó casi un 40%, en apenas 27 meses. En los años posteriores, entre 1987 y 1991, la balanza comercial de Estados Unidos se estabilizó, hasta reducir el déficit, en ese último año, a 28.000 millones de dólares, un descenso del 72%.

Forzar una depreciación de la divisa también encuentra precedentes en los últimos tiempos. Por ejemplo, en 2015, cuando China decidió llevar a cabo una devaluación inesperada del yuan, un movimiento que Pekín repitió varias veces en los años posteriores, y que generó una ola de devaluaciones competitivas por parte de otros países, que se conoció coloquialmente como ‘la guerra de divisas’.

La idea de China era tratar de exprimir al máximo sus exportaciones, ya que con una devaluación harían que sus productos fuesen más atractivos para el comprador extranjero, que los podría adquirir más baratos. Su decisión desató una ola de críticas a lo largo de todo el mundo, al considerarse que China ponía en peligro a las economías europeas, que ya estaban lidiando con el peligro de la deflación, y la decisión de China todavía lo aumentaba más

De hecho, uno de los argumentos que utilizó la administración Trump en el primer mandato del presidente para justificar la guerra arancelaria contra China era que el país asiático no tenía mercado libre, porque tenía su moneda intervenida. Salvando las distancias, un acuerdo para depreciar el dólar se puede ver como un movimiento similar, ya que se trata de una intervención con la que EEUU pretende ganar competitividad en sus exportaciones, para conseguir que la entrada de dinero extranjero sirva de estímulo para la economía estadounidense, y evitar así que el gobierno deba incurrir en un déficit fiscal tan grande para apoyar al PIB del país.

Todo esto cobra sentido si se analizan algunas de las propuestas que ha puesto en marcha Donald Trump, como el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), que lidera Elon Musk. El objetivo de este organismo es reducir los gastos de la Administración pública y hacerla más eficiente, algo clave si se quiere controlar el endeudamiento del país. El presidente de EEUU ya ha puesto en marcha medidas que van en esa dirección, por lo que los inversores hacen bien en anticiparse al acuerdo Mar-a-Lago. Aunque solo sea una propuesta, podría acabar siendo tan real como DOGE.

La relación entre el acuerdo Plaza y la burbuja en Japón

El acuerdo Plaza fue el inicio de una cadena de acontecimientos que terminó con el estallido de una burbuja bursátil e inmobiliaria en Japón. El pacto se firmó bajo la amenaza de aranceles y políticas que perjudicarían a la economía japonesa, y por ello el país nipón se plegó a firmarlo y colaboró con Estados Unidos en 1985.

Como explicó el Fondo Monetario Internacional en 2011, «como resultado del acuerdo, el crecimiento de las exportaciones y del PIB de Japón se paralizó en la primera mitad de 1986. Con la economía en recesión, y el tipo de cambio apreciándose rápidamente, las autoridades japonesas se encontraban bajo una considerable presión para responder», explica el fondo, y confirma cómo «lo hicieron presentando un paquete de estímulos muy grande».

Japón acometió una bajada de tipos agresiva, e inyectó un paquete fiscal importante en 1987, cuando el acuerdo Plaza ya había quedado atrás, y se había firmado un nuevo pacto que lo sustituyó, el «acuerdo del Louvre». El impacto inicial de los estímulos de Japón fue un rápido crecimiento del precio de los activos, con «la bolsa y el precio del suelo triplicándose entre 1985 y 1989», destaca el FMI.

El resultado final es ya conocido por todos, y deja la moraleja de que los gobiernos deben tener cuidado cuando inyectan estímulos, por la posibilidad de que se inflen burbujas ce cuyo estallido es muy complicado recuperarse. «La bolsa perdió un tercio de su valor en un año, y a esto le siguieron dos décadas tristes de desarrollo económico», explica el FMI, y señala cómo, en 2011, «los precios del terreno y de la bolsa están todavía en los niveles del inicio de 1980»

 

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